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¡BRAVO MAESTRO! II (ROSAS BLANCAS PARA EL MAESTRO)

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Por compromisos de trabajo tuve que viajar nuevamente. Preparé todos los documentos, folletos, contratos, cuentas, estadísticas, en fin, todo lo necesario para hacer una buena presentación y completar todo de golpe y porrazo. Como había preparado los documentos a tiempo me dediqué a hacer un trabajo de investigación especial con fines personales…

Visitaría nuevamente la ciudad donde había conocido a aquel maestro del piano que marcó mi recuerdo. “Esta vez voy a jugar mis cartas de otra manera a ver si lo atrapo.”-pensé.


Hice una búsqueda exhaustiva por Internet. Navegué por el sitio del hotel donde me había hospedado la última vez, llamé al hotel y pude confirmar que “el maestro” todavía laboraba para ellos, mismo horario, mismo salón. Investigué su nombre, Randolfo Nápoles. Con premeditación y alevosía hice la reservación en un hotel distinto al anterior para no afectar su trabajo.

Llegó el día de partir. Estada enfocada en el trabajo especial que iba a realizar, tenía todo listo, pero no me podía sacar de la mente la oportunidad de volver a ver al “maestro.”

Llegué a la ciudad, me registré en el hotel, tomé un taxi y me dirigí hacia el hotel donde trabajaba Randolfo. Caminé directamente al salón de música. Entrar allí y contemplar aquel gran piano me erizó la piel, me trajo recuerdos, nostalgia… Me transporté a aquella noche mágica sintiéndome sola y falta de amor cuando aquel músico desconocido me hizo sentir querida, me atendió, me dio el gusto que necesitaba. Convencida de que tenía que “devolver” el favor me acerqué al bar y utilicé mis recursos para obtener información de dónde conseguirlo. Estaba determinada a volver a verlo. Lo sentía tan cerca y tan lejos… Fui a la floristería y ordené otro ramo de rosas blancas y le escribí el siguiente mensaje: “Hotel El General, habitación 1201. Te espero Maestro” y las deposité frente a la puerta de su casa.

¡Ahora a laborar! Fue inevitable que hiciera mi trabajo con prisa, con la ansiedad por saber si se había recibido mis flores, si se había comunicado a mi habitación en el hotel. Una vez terminamos todos los trámites de mi presentación, firma de contrato, etc. Me disculpé para pasar al excusado y aproveché para llamar al hotel a verificar si tenía algún mensaje. “Si señorita, el señor Nápoles dejó un mensaje para usted, sólo dice “2:30am”, me informó la operadora del hotel. No les puedo ocultar la sonrisa que me floreció en el rostro al escuchar esas palabras. Mi corazón latió con alegría y sentí cosquillas en el vientre. Respiré profundamente y regresé al salón donde me esperaba el comité de la Agencia. Me invitaron a tomar unos tragos para celebrar la nueva etapa de comercio. Tuve que aceptar, era una obligación de la que no me podía escapar.

Pasaban las horas con lentitud. Procuré no tomar más de una copa para estar lúcida para mi encuentro. Estaba aburrida y desesperada por marcharme. A las 8 de la noche no pude resistir más y me despedí con la excusa del cansancio provocado por el largo viaje. Agradecí a todos por su buen trato y corrí a la calle a tomar un taxi. Llegué a mi hotel…

Ya en mi habitación me desvestí con calma, guardé los materiales de trabajo y tomé un baño de espuma. Ya más relajada y en control del tiempo y del espacio ordené a la habitación un plato ligero. Después de haber cenado me recosté un rato con la precaución de programar el reloj despertador para las 12 de la media noche. A las 11 me desperté y miré un rato la tele. Me sentía descansada pero algo desorientada. Llegué a preguntarme: ¿Vendrá? E impulsada por la incredulidad llamé a la operadora del hotel para que me leyera el mensaje nuevamente. Confirmé su compromiso y manos a la obra. Me arreglé el cabello, me puse un poco de maquillaje, seleccioné un vestido liviano, apropiado para la ocasión y me senté a esperar. Miraba el reloj cada cinco minutos y el tiempo parecía detenido.

Me quité el vestido y me cambié a una camisa de dormir muy sexy, escasa de tela y me cubrí con la bata en juego y a seguir esperando….

A las 2:30 de la mañana en punto tocaron a la puerta de mi habitación. Abrí y me encontré la maravillosa estampa de ver a Randolfo con una botella de champaña, dos copas, una rosa blanca entre los dientes y con la otra sostení con los dedos su chaqueta sobre el hombro. Tenia los primeros botones de la camisa abiertos y el lazo suelto le colgaba del cuello. Lucía tan varonil…

Lo invité a pasar y sin mediar palabras pasó al baño y se duchó. Me quité la bata y pasé al baño. Me senté sobre el lavamanos, crucé las piernas y lo esperé con las copas servidas. Notó mi presencia y me preguntó: ‘¿Cómo te llamas guapa?” A lo que respondí: “Mi nombre es Larissa, prefiero que me llames Lari” “A mi llámame Randy”-añadió. “¿Y qué te trae de nuevo por acá Lari?”-me preguntó. “Trabajo, negocios y buena música…”-respondí con parquedad, no hacían falta más explicaciones.

Ya habiéndose duchado deslizó la cortina para exponer su imponente cuerpo, velludo por todas partes, sin él saber cuánto eso me excitaba y pensé: “Lo que esconde un hombre bajo la vestimenta…virilidad, naturaleza, crudeza… Entre sus brazos me enroscare y me sentiré protegida por este hombrazo, quien me podría levantar con un dedo, pero yo me encargaría de devolverle el favor y lo pondría a disfrutar sin importar su tamaño.”

Se me acercó, tomó un sorbo de su copa, me despejó el cabello del cuello y me comenzó a lamer. “Me agrada tu fragancia”-murmuró. Me acarició el cuello y el rostro con la nariz, me besó en la mejilla, cerró los ojos y me besó en los labios. Me besaba despacio, con delicadeza, disfrutando el contacto de nuestras lenguas, del intercambio de nuestros sabores. Yo, atrevida y apasionada, lo besé con ardor, con ansias locas, Randy respondió a mis impulsos como un maestro. Le tomé las manos y lo lamí dedo por dedo, manos tan diestras debían recibir un trato especial. Lo miraba con lujuria, sin inhibiciones. Él sonreía con simpatía. Me removió la camisa de dormir y me acarició los brazos con firmeza mientras observaba mis pechos. Me acarició el torso y según fue subiendo llegó hasta mis senos, que también sostuvo entre sus manos con firmemente. Lamió mis pezones, mi vientre y siguió bajando hasta llegar a mi sexo encendido por sus caricias, me separó las piernas y me degustó como un buen vino. La posición era incómoda para él, era muy alto, estaba encorvado. Sin avisar me tomó en sus brazos y me depositó en la cama y retomó sus lamidas con su habitual destreza…

Pero el plan era “devolverle el favor”, así que con delicadeza lo separé de mi cuerpo, con palmaditas le señale que se acostara a mi lado, se acomodó sobre las almohadas y cruzó los brazos detrás de la cabeza. Era mi oportunidad de mostrarle mi gratitud por “aquella” plácida noche… Me monté sobre su cuerpo, lo besé, le acaricié los vellos del pecho mientras él acariciaba las puntas de mi largo y enrizado cabello. Besé todo su torso y escondía la nariz entre sus vellos. Avancé hasta la parte inferior de su vientre y arropé su miembro con mis senos y desde ahí le daba lamiditas a la punta hasta sorprenderlo con una bocanada donde me lo introduje completo en la boca (tenía que darle lo mejor de mí y me estaba esmerando en que este se convirtiera en un momento memorable para él -tanto como él lo logró en mí-) Más adelante Randy me tomó por las manos, luego por las caderas y me dirigió hasta penetrarme.

Estaba rabiosa de lujuria, muy excitada y encantada de poder compartirme con un hombre tan velludo; uno de mis secretos fetiches... Sentía mi cuerpo inundado por su sexo. No podía disminuir la velocidad de mis movimientos, era tanto el placer que me causaba sentirlo dentro que la búsqueda de un orgasmo se convirtió en una desesperación. Me desconecté del mundo, me olvidé de con quién compartía, de dónde estaba…me torné egoísta y en unos instantes mi cuerpo se retorció de alivio, liberado de toda la ansiedad guardada por el intenso deseo de haber compartido con “mi maestro”. Dejé caer la cabeza hacia el frente y exhalé con fuerza. Miré a Randy y le pregunté: ¿Cómo quieres terminar? Randy me tomó por la cintura y me removió de su cuerpo, se levantó de la cama y me dijo: “Siéntate en la mesa”. Era la mesa donde más temprano había cenado. No me causaba ningún problema el sentarme sobre la mesa para que tomara el control y lograra su orgasmo, pero no puedo negar que me llamó la atención…

Randy me ubicó a su comodidad, me penetró con mucha fuerza y me dijo: “Esto fue lo que debí haber hecho la noche que te conocí, tomarte sobre el piano…” Y el recuerdo de aquellas notas hermosas retumbaron en mi mente…

Randy fue todo un caballero conmigo. Me cedió el primer turno para satisfacerme y ahora me penetraba con la fuerza de un macho, de un semental en celo, de la manera más hostil pero placentera que se puedan imaginar. En el proceso me dijo estas palabras: “Cierra los ojos y recuerda las vibraciones del piano viajar por tu cuerpo, vive la intensidad de la música, recréala en tu mente.” Lo complací por ser obediente y el recuerdo fue enloquecedor. En mi mente flotaron imágenes de sus manos acariciando el teclado con devoción, la sensación de las cuerdas erizarme la piel… Y entre el recuerdo y su esmerada penetración me recliné sobre la mesa, amarré mis piernas a los lados de su cintura y acaricié mi sexo sintiendo las fuertes embestidas de su cuerpo tropezando con el mío. Los gemidos de ambos inundaron la habitación, nuestro momento se acercaba. Randy se aferró a mis muslos y aumentó la intensidad de su penetración hasta que sentí una agradable tibieza desbordarse en mi interior. Yo no había alcanzado el clímax y con la caballerosidad que lo caracterizaba se mantuvo dentro de mi cuerpo hasta que yo agitando mis dedos con desesperación alcancé otro sabroso orgasmo producto del encuentro con mi “maestro.”

La madrugada fue larga… Finalmente conversamos, nos conocimos, nos reímos, recordamos aquella primera noche… Logré enroscarme contra su pecho para sentir sus vellos acariciar mi espalda, tal como lo había deseado desde el momento que lo miré desnudo. Yo estaba de plácemes, me quería quedar en aquella habitación encerrada con él para siempre. Randy me regaló tiempo de calidad, me arrulló entre sus brazos y me complació con su cuerpo con la misma excelente destreza que manifestaba como músico, como artista, como un Gran Maestro.

Salimos al balcón como espectadores del amanecer, humanos, hambrientos de piel a devorarnos otra vez…

Artemisa©


3 comentarios:

kcfeo dijo...

Bravo Maestra. No me ciento digno de mirarte a los ojos pero cierta mente una palabra tuya bastara para sanarme.

Artemisa dijo...

...y Lali queria complacer a "su maestro"... y la sed por el y la pasion que desencadeno en ella la tornaron egoista y fue capaz de satisfacerse primero que el, pero ofrecio su cuerpo para que el tambien obtuviera placer...

Amores en el otro lado del mundo son sabrosos, totalmente fisicos y locamente apasionados. Eventualmente se convierten en un recuerdo dejado en otra tierra o en la tuya, en otra cultura; al final somos todos hombres y mujeres con un denominador comun: no importa de donde seamos o vengamos, el sexo y todo lo que esto abarca nos rige....

Sergio Aguilar Molina dijo...

Son las pasiones, los deseos y las necesidades las que nos rigen: el sexo es todo eso, y tal vez más.