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¿DÓNDE PODEMOS HACER EL AMOR?


Nos conocimos por coincidencia en el estacionamiento de un centro comercial.  Se me cayó un bolso al suelo, lo recogió, se lo agradecí y continué de camino a mi auto.  El me siguió y me invitó a almorzar. Tenía mucha hambre y acepté.


Lo seguí en mi auto, llegamos al restaurante y esperamos por una mesa.  Se presentó, de igual manera yo lo hice.  Esto era una experiencia nueva para mí, pero que más da, yo era soltera y no tenía nada más que hacer.




Disfrutamos de un almuerzo estupendo, tenía razón, era muy buen restaurante.  Conversamos, nos reímos, pasábamos un estupendo rato juntos.  Durante el almuerzo me tocó las manos en varias ocasiones,
pero no me molestó en lo absoluto.  Yo estaba encantada con su carisma y su juventud. Nos tomamos varias copas de vino y estuvimos allí por horas. Disfrutaba su compañía.


Era hora de despedirnos y me preguntó si quería dar un paseo.  No pude decir que no así que partimos en su auto.  Abandonamos el restaurante tomados de las manos.  Sentí la sensación de que estábamos hechos el uno para el otro. “Será amor a primera vista?”-me pregunté…


No le pregunté hacia dónde íbamos. Condujo por muchos lugares.  Nos tomamos unos tragos por aquí y por allá.  Me sentía tan a gusto con él que no quería que el día terminara.


Mientras conducía me acarició la cara y el cabello.  Me tenía totalmente hipnotizada con su ceremonia de conquista, sentía cosquillas en el cuerpo cada vez que me acariciaba.  Se tomó el tiempo y utilizó las palabras correctas para enamorarme.  Me sentía tan relajada a su lado que decidí seguir su juego.  Ya en ese momento no me iba a despedir hasta que lograra lo que sugería con sus avances.  Me acerqué un poco más a él y comencé a acariciar su musculoso brazo.  Se me erizó la piel cuando lo toque.  Me encantó la sensación y de esa manera le daba la oportunidad de avanzar más en su juego de seducción.


Ya quería más, lo quería todo…


Nos detuvimos ante un semáforo que marcaba luz roja y me tiró un beso que me hizo sonreír. Le acaricié el cuello y puedo decir que le gustó porque dejaba caer sus párpados en señal de gusto y placer cada vez que lo tocaba.


En el próximo semáforo que nos detuvimos nos enfrascamos en un beso. Cambió la luz para continuar y los autos detrás de nosotros tocaron sus bocinas para que siguiéramos adelante. Parecíamos adolescentes besándose por primera vez.


“Quieres ir a un lugar más íntimo?” –me preguntó y mi respuesta fue rápida,  “Sí, por favor”.  En ese momento ya nos acariciábamos y tocábamos con ansiedad.  Toqué su sexo y no me sorprendió lo duro y fuerte que estaba.  Quería salir de sus pantalones pero sólo lo toqué y nada más, aunque deseaba sentirlo en mis manos.  Yo sabía que estaba muy mojada y sentía que no podía esperar a que detuviera el auto y me tomara.


Llegamos hasta la playa.  Nos tomamos de las manos y caminamos sobre la arena fría y nos besamos.  La playa estaba demasiado concurrida para compartir un momento íntimo, así que partimos.


Condujo hasta un área desierta, se estacionó y nos besamos salvajemente, pero pasaban muchos autos así que también nos fuimos de allí.


Por alguna extraña razón ninguno de los sugirió ir a nuestras casas para estar juntos y disfrutar del momento… Quizás preferíamos la aventura callejera o todavía no estábamos listos para un paso tan grande como ese.


Nos dimos por vencidos… Estaba muy molesta en mi interior.  Como era posible que no hubiéramos encontrado un lugar para estas solos y disfrutarnos el uno al otro?


Finalmente condujo hasta el restaurante de donde salimos para que yo recogiera mi auto.  Una vez allí le dije que se bajara del auto y me siguiera.  Me aseguré de que nadie nos estuviera viendo, lo lleve hasta el baño y cerré la puerta.  Me abrió la blusa desesperadamente para sentir mis pezones erectos.  Yo abrí su camisa para sentir su pecho velludo y sólido.  Nos estábamos volviendo locos el uno por el otro.  Nos deseábamos con ansias y necesitábamos, de una manera una u otra terminar lo que habíamos comenzado.


Me sentó sobre el lavamanos, se abrió el pantalón y me penetró con fuerza.  Pensé que iba a colapsar.  La sensación fue increíble, fuera de este mundo.  Estábamos necesitados de sexo y estábamos compensando nuestras necesidades. Se le hizo fácil llevarme a alcanzar un orgasmo. Me hizo sentir cosquillas por todo el cuerpo, me tragaba mis gemidos para que nos fueran a descubrir. Me avisó cuando estaba listo para reventar, lo empujé, me arrodillé ante él y me tragué su explosión con gusto.  Fatigados, pero satisfechos cerramos nuestra fugaz aventura con un beso.  Nos vestimos, nos tomamos de las manos y abandonamos el baño dejando atrás la esencia de nuestros sexos, el calor de nuestra pasión…


En el estacionamiento intercambiamos información y nos prometimos llamarnos pronto…


Me llamo al próximo día temprano en la mañana.  Estaba sorprendida por que me había llamado.  Hicimos planes para vernos nuevamente.  El día anterior lo habíamos pasado de maravilla, así que esperaba que en adelante fuera aún mejor.


Me llevó a cenar a un restaurante muy romántico.  Dimos una caminata por el parque.   Pasamos un rato bien especial.  Nos tomábamos de las manos todo el tiempo.  Sentía que lo conocía de mucho tiempo, me sentía a gusto junto a él.  Pasé por mi mente que parecíamos ser la pareja perfecta….


Por alguna razón ninguno de los mencionó la palabra sexo y ni hizo ningún ademán por conseguirlo.  Cuando me llevó a casa al final de la noche nos besamos apasionadamente y nos despedimos.  En cierto modo me sentí bien de que no fuimos más allí.  Me hizo sentir muy bien la noche anterior y pensé, “si mejora se daña”.  Regresé a casa un poco confundida pero con una sonrisa en mi rostro.


No podía dejar de pensar en él. Me gustaba muchísimo.  Aunque tuvimos un momento alocado la noche anterior era todo un caballero conmigo.  Me hizo sentir que él era todo lo que yo buscaba en un hombre.  “Hmmmm, que esté pasando aquí?” –me pregunté…


Pasaron los meses y continuamos frecuentándonos.  Ya éramos una pareja completa y muy feliz.  Nos tomamos el tiempo de conocernos mejor y estaba funcionando.


Eventualmente volvimo a tener intimidad.  Sin prisa pero bien deseado.  El era dulce y me entendía, me complacía, me satisfacía.  Dábamos el máximo por complacernos.  Creo que nos estábamos enamorando…


Seis meses después de habernos conocido me pidío matrimonio.  Yo estaba feliz y alagada.  Era el momento perfecto para encaminar nuestras vidas y que mejor que juntos!


Tres meses después nos casamos.  Fue una ceremonia simple, pero hermosa y muy íntima.  Eramos muy felices juntos, ya estaba convencida que estábamos hechos el uno para el otro.


Nos conocimos de la manera mas inesperada, nos devoramos como maniacos esa misma noche y quien diría que terminaría de esta feliz manera.  No me arrepiento de ningún suceso…  Hoy soy la mujer mas feliz del mundo!


De vez en cuando nos gustaba visitar el restaurante a donde fuimos en nuestra primera cita.  Era nuestro pequeño sucio secreto…


Artemisa©




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1 comentario:

Artemisa dijo...

Esta historia esta colmada de sensatez, aventura y suerte.